ISAIAS: LA SALVACION DEL SEÑOR

por Ray C. Stedman


Isaías fue el más grande de todos los profetas y un maestro excelente del lenguaje. Si usted disfruta leyendo preciosas y vibrantes cadencias y maravillosos pasajes literarios, gozará usted leyendo este libro aunque no sea más que por ese motivo.

Isaías es la más completa revelación de Cristo del Antiguo Testamento, tanto es así que se le llama con frecuencia "el evangelio según Isaías. El familiarizarse con estos magníficos pasajes proféticos que nos hablan acerca del Cristo que habría de venir, es experimentar mucho de la riqueza y la profundidad de las Escrituras.

Además la naturaleza profética del libro de Isaías es una de las más importantes pruebas de que la Biblia es la palabra de Dios porque Isaías vivió unos 724 años antes de Cristo. Los muchos pasajes en los que se refleja el hecho de que se espera al Mesías apuntan de una manera tan clara a Cristo y se cumplen en él, que constituyen un argumento incontestable sobre la inspiración del libro.

Siempre que comenzamos el estudio de un nuevo libro, deseamos hallar una clave. Me temo, sin embargo, que con frecuencia este es un enfoque un tanto ineficaz. A veces estos libros de la Biblia parecen casas cerradas con candado, atrancadas y con los postigos cerrados, por lo que es imposible entrar en ellas a menos que encontremos la llave (o clave). Y hay personas que están convencidas de que los únicos agentes inmobiliarios con la debida licencia que tienen la llave de la "inmobiliaria de las Escrituras son los maestros de la Biblia.

Pero los libros de las Escrituras no son así, sino que son más bien como parques nacionales. Están abierto para todo el que quiera deambular por ellos y resultan deliciosos de explorar por sí mismo. Pero cada uno de los parques tiene sus propias características, que hace que se distingan unos de otros y se puede apreciar mejor un parque si se sabe cuál es la característica. Yo he aprendido a apreciar algunas de las características distintivas de los grandes parques nacionales en el oeste. Por ejemplo, si se desea observar las distintas expresiones de la naturaleza, vaya usted al Parque Yellowstone, donde la naturaleza se vale de todos los trucos que oculta y lo junta todo. Si desea contemplar toda la grandeza de las montañas y de los fríos lagos, al lugar a donde debe acudir es el Monte Glacier de Montana. Si lo que desea es sentirse admirado, sumiso y conmovido, entonces vaya a ver el Gran Cañón. Si lo que busca, en cambio, es un valle tranquilo en el que descansar y reflexionar, el ideal es el Parque de Yosemite, es decir, en cualquier época que no sea mediados del verano, cuando encontrará usted a más de veinte mil personas junto a usted. A veces pienso de este modo acerca de los libros de la Biblia. El libro de Apocalipsis es, en mi opinión, bastante parecido al Parque Nacional de Yellowstone. Está lleno de géisers que salen a chorro y toda clase de extraños simbolismos, así como una gran variedad de formaciones. El Evangelio de Juan se parece bastante al de Yosemite, tranquilo, profundo y reverente, pero no hay duda alguna de que el libro de Isaías es el Gran Cañón de las Escrituras. Los geólogos nos dicen que el Gran Cañón es una historia del mundo en miniatura, una historia condensada, un volumen de bolsillo del pasado de este modo e Isaías ha sido además reconocido como una Biblia en miniatura.

Tiendo siempre a pensar que el orden en que aparecen los libros de la Biblia está divinamente inspirado debido al arreglo tan particular. No han sido, ni mucho menos, colocados en el orden que esperaríamos que estuviesen y creo que esto es altamente significativo. Es especialmente interesante que el libro de Isaías se encuentre exactamente a la mitad de la Biblia. Se encuentra justo en el centro y se le llama con frecuencia una Biblia en miniatura.

¿Cuántos libros tiene la Biblia? Sesenta y seis. ¿Cuántos capítulos tiene Isaías? Sesenta y seis. ¿Cuántos libros hay en el Antiguo Testamento? Treinta y nueve y, por lo tanto, veintisiete en el Nuevo. Y el libro de Isaías divide exactamente de ese modo. La primera mitad del libro comprende treinta y nueve capítulos. Hay una clara división en el capítulo 40, de manera que los veintisiete capítulos restantes constituyen la segunda mitad de este libro.

El Nuevo Testamento empieza con la historia de Juan el Bautista, el predecesor de Cristo, anunciando la venida del Mesías y termina con el libro de Apocalipsis con el nuevo cielo y la nueva tierra. El capítulo 40 de Isaías, que empieza la segunda mitad, contiene el pasaje profético que predice la venida de Juan el Bautista:

"Una voz que clama: ¡En el desierto preparad el camino de Jehová; enderezad calzada en la soledad para nuestro Dios!" (Isa. 40:3)

Y esto, nos dice Juan, se cumplió en él cuando vino. Y cuando lea usted hasta el final del libro se encontrará que el capítulo 66 habla acerca del nuevo cielo y la nueva tierra que Dios está creando. De manera que aquí en Isaías hallamos una asombrosa y cercana analogía que ofrece un paralelo de toda la Biblia.

Las personas que visitan el Gran Cañón se quedan siempre asombradas por algo que ven cuando van a verlo. Se colocan junto al borde y echan un vistazo al enorme, impresionante y silencioso cañón, hasta abajo donde está el Río Colorado, que solo parece un hilillo dorado a más de una milla de distancia y antes o después exclama algún visitante sorprendido: "¡No entiendo como un río tan diminuto pudo haber cincelado un cañón como este! Y se asombran ante esta idea.

Ahora bien, si lee usted el libro de Isaías cuidadosa y detenidamente, sentirá de inmediato la grandeza y el poder de Dios. Se pueden escuchar las poderosas y vibrantes cadencias del lenguaje de este libro. Se puede percibir la insignificancia del hombre en comparación con el poder, la sabiduría y la majestad de Dios. Y si se pregunta usted a sí mismo: "¿Cómo pudo Isaías, que no era más que un ser humano como yo, escribir un libro como este? la respuesta parece imposible.

Sabemos muy poco acerca de Isaías mismo. Vivió durante los reinados de cuatro reyes de Judá: Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías. Su ministerio empezó unos 740 años antes de Cristo, cuando las diez tribus que formaban el reino del norte de Israel estaban siendo llevadas en cautividad por Senaquerib, el invasor asirio. Y Judá, el reino del sur, se había sumido en la idolatría hacia el final del ministerio de Isaías en el año 687 a. de C. y fue llevado cautivo a Babilonia. De modo que el ministerio de este profeta abarca el tiempo que va desde la cautividad del reino del norte y la cautividad del reino del sur, es decir unos 50 años. Isaías fue contemporáneo de los profetas Amós, Oseas y Miqueas y la tradición nos dice que el profeta Isaías murió como un mártir bajo el reinado de Manases, uno de los reyes más malvados que hallamos en el Antiguo Testamento. La historia nos dice que se ocultó en un árbol hueco con el fin de escapar al reinado de Manases y los soldados del rey, sabiendo que se hallaba en el interior del árbol, serraron el árbol por lo que fue aserrado por la mitad. Algunos eruditos piensan que cuando la epístola a Hebreos, con su gran capítulo dedicado a los héroes de la fe, menciona el morir aserrado en dos como una de las maneras en que murieron los profetas como mártires, se refería al profeta Isaías. (Heb. 11:37)

Fue el autor humano de este libro y es realmente asombro pensar que un hombre pudiese escribir con un lenguaje tan hermoso como este y pudiese revelar las cosas tan importantes que encontramos aquí, pero cuando los visitantes siguen el largo sendero hasta el Río Colorado, ya no se asombran por el hecho de que el río pudiese abrirse camino en el gran cañón, porque de hecho oyen a las rocas siendo trituradas y empujadas por la fuerza de la corriente y pueden sentir esa poderosa fuerza invisible del río. El libro de Isaías es algo por el estilo. Aquí tenemos el caso de un hombre que se deja llevar por una tremenda fuerza y que gracias a ello puede anunciar magníficas profecías.

En su segunda epístola, Pedro dice acerca de los profetas del Antiguo Testamento: "Y hay que tener muy en cuenta, antes de nada, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada; porque jamás fue traída la profecía por voluntad humana; al contrario, los hombres hablaron de parte de Dios siendo inspirados por el Espíritu Santo (2ª Ped. 1:20, 21) y esto explica cómo Isaías pudo hablar y escribir como lo hizo.

Ahora bien, lo asombro es que los profetas que hablaban de este modo eran plenamente conscientes de que un poder invisible en su interior hablaba por medio de ellos y que lo que decían y escribían era algo superior a lo que ellos podían hacer o decir. De hecho, llegaban a buscar en sus propios escritos con el propósito de descubrir las verdades ocultas en ellos, y en este sentido el ministerio les era útil a ellos mismo, pues estudiaban lo que ellos mismos habían escrito. Pedro dice lo mismo en su primera epístola:

"Acerca de esta salvación han inquirido e investigado diligentemente los profetas que profetizaron de la gracia que fue destinada para vosotros. Ellos escudriñaban para ver qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, quien predijo las aflicciones que habían de venir a Cristo y las glorias después de ellas. A ellos les fue revelado que, no para sí mismos sino para vosotros, administraban las cosas que ahora os han sido anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas que hasta los ángeles anhelan contemplar." (1ª Pedro 1:10-12)

Si es preciso alguna clave con respecto a este libro, aquí la tenemos. Isaías era un hombre que investigaba buscando algo. Pedro dice que estaba buscando la salvación que había de venir de Dios. Y lo interesante del caso es que el nombre "Isaías quiere decir "salvación de Jehová.

¿Qué es lo que impulsa a este hombre a escudriñar? ¿Por qué examina estos escritos, intentando descifrar este asunto? Al leer el libro podemos entender su problema. Isaías vivió durante un tiempo de tensión nacional, cuando la verdadera naturaleza del hombre era visible y se exponía tal y como era exactamente como sucede en nuestra época. Le preocupaba profundamente la rebeldía innata del hombre, como expresa en su primer capítulo. La nación se ha olvidado deliberadamente de los caminos de Dios y su obstinada estupidez es algo que está por encima de su comprensión. "¿Por qué pregunta "hasta el buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo... (Isa. 1:3) Hasta un animal es capaz de saber quién es el que le alimenta, dónde recibe bendición y ayuda, pero dice "Israel no conoce, mi pueblo no entiende. El pueblo vaga torpemente, negándose obstinadamente a volver atrás y las naciones de alrededor actúan de modo igualmente equivocado.

Entonces Dios le concede una visión a Isaías. Ve a Dios en su tremenda pureza y santidad y esta asombrosa revelación de Dios está en el capítulo 6, versículos 1 al 3:

"En el año que murió el rey Uzías, vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime; y el borde de sus vestiduras llenaba el templo. Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. El uno proclamaba al otro diciendo:--¡Santo, santo, santo es Jehová de los Ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!"

¡Imagíneselo! Mientras está un día en el templo, de repente ve a Dios. En el año en que murió el rey Uzías, estando el trono vacante, vio el trono que no había estado nunca vacante. Contemplo a un Dios de ira y de poder. Al seguir leyendo, veremos descrito, de una manera preciosa, cómo Dios tiene poder para conmover a la tierra y sus fundamentos, porque es un Dios inmenso, infinito y poderoso, que habla a través del trueno y que se mueve con poder. Isaías pregunta: "¿Cómo puede un Dios así hacer algo que no sea destruir a las criaturas rebeldes que son los hombres? ¿Dónde hay una salvación así para hombres que actúan de este modo?

Pero su problema empeora cuando, en la segunda parte del libro, toma consciencia de la impotencia del hombre. El capítulo 40 empieza sobre esta nota. He aquí el pasaje profético acerca de Juan el Bautista:

"Una voz decía:

El hombre es como la hierba, es algo temporal, solo está aquí durante un corto tiempo. Su vida dura un tiempo bastante corto y luego se acaba. Isaías ve en esto la absoluta impotencia y desamparo del hombre al ir adelante a ciegas a su condena.

Pero a continuación Isaías empieza a encontrar la respuesta. Maravillosamente entrelazada en este libro se encuentra la creciente revelación del amor de Dios y la salvación de Jehová, que se halla en la figura de alguien que ha de venir: el Mesías, el siervo de Dios. Al principio aparece como una figura poco clara e intangible, pero se va haciendo gradualmente más brillante hasta que por fin, en el capítulo 53, la figura de Cristo parece saltar de la página y llenar toda la habitación y nos damos cuenta de que él es la respuesta.

Pero lo que se le dio a Isaías para que lo mostrase de manera especial era que el Dios de la gloria trascendente que vio en el capítulo 6, el Dios que le asustó tanto que clamó diciendo: "...siendo un hombre de labios impuros y habitando en medio de un pueblo de labios impuros... (6:5) es el mismo Dios que un día sería:

"...despreciado y desechado por los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento y como escondimos de él el rostro...pero fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados...el fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca..." (53:3, 5, 7)

E Isaías vio de qué modo el amor de Dios qubrantaría la rebeldía del hombre y supliría su necesidad ante la que estaba impotente.

Y finalmente ve más allá de la oscuridad y la tristeza de los siglos que aún estaban por venir, hasta que una mañana despejada, en el día de justicia, toda la gloria de Dios cubrirá la tierra. Y el hombre no hará más la guerra, y convertirán sus espadas en rejas de arados y sus lanzas en podaderas y nadie dañará o destruirá el santo monte de Dios.

Puede usted encontrar estos dos temas o características de Dios juntas en el libro de Apocalipsis. En el capítulo cuatro, Juan nos habla acerca de una poderosa visión que tuvo de Dios: "...y sobre el trono uno sentado... (Apoc. 4:2) Y luego en Apocalipsis 5:6 dice: "Y en medio del trono y de los cuatro seres...vi un Cordero... Estos son, pues, los dos temas mencionados por Isaías: el trono y el Cordero. En Isaías 6:1 vemos el trono: "...vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime... y encontramos al Cordero en el capítulo 53, versículo 7:

"...como un cordero fue llevado al matadero, y como una oveja que enmudece delante de sus esquiladores, tampoco él abrió su boca."

Como ve usted, este es el plan de Dios. El no ha optado venir con todo su poder y haciendo la guerra con el fin de borrar a los hombres de la faz de la tierra (¡aunque así es como nosotros intentamos resolver nuestros problemas!) Como declara Dios en Isaías (55:8, 9):

"...mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos, dice Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos."

El método de Dios es abrirse camino en medio de la rebeldía del hombre, pero no valiéndose de su poder, sino de un amor sufriente. Y cuando lo hace, y el corazón reacciona abriéndose a él, entonces toda la majestad y el poder de Dios son derramados en esa vida para que se cumpla en ella lo que Dios tenía destinado a los corazones humanos.

Es realmente asombroso lo actualizado que es este libro. La primera parte del libro representa la amenaza del rey de Asiria, la segunda mitad describe la amenaza del reino de Babilonia y en la parte central del libro, entre los capítulos 37 a 39, está el "relleno de este bocadillo histórico, un interludio que nos lleva de Asiria a Babilonia. Estas dos naciones, Asiria y Babilonia, están actualmente en el mundo y lo han estado desde los tiempos de Isaías.

El rey de Asiria representa el poder y la filosofía de la impiedad, la idea de que Dios no existe y de que vivimos como queremos; de que nos encontramos en un universo determinista y materialista, que sigue adelante a trancas y barrancas y nosotros no podemos hacer nada al respecto y lo único que podemos hacer es intentar disfrutar y aprovechar las situaciones al máximo. Es la filosofía según la cual el poder tiene la razón y que el hombre no tiene a nadie a quien responder más que a sí mismo. Esta es la filosofía asiria tan extendida en la actualidad y es además la filosofía tras el comunismo.

La segunda fuerza es el poder de Babilonia. En las Escrituras Babilonia es siempre el símbolo de la apostasía, del error religioso y del engaño. Y esto es, una vez más, lo que experimentamos por todas partes en nuestros días. Aquellas voces que sería de esperar que nos sirviesen de guía, la voz de la iglesia misma en muchos lugares, son con frecuencia voces que se levantan en contra de Dios predicando lo que estimula a hacer el mal y causa la destrucción de la vida humana. Por lo tanto, estamos viviendo en los tiempos acerca de los cuales habló Isaías.

Las características dominantes de la vida humana son básicamente la rebeldía y la impotencia. ¿Se ha dado cuenta de lo cierto que son estas cosas? Hace poco leí en un periódico acerca de un hombre al que le pusieron una multa por exceso de velocidad. Cuando el oficial de policía le entregó la multa, el hombre la leyó, la entregó de nuevo al policía, se metió rápidamente en su coche y la cosa acabó en una persecución a gran velocidad, en la que el conductor hizo por fin que su coche se saliese de la carretera y lo destrozó, matándose a sí mismo y a su hija de seis años que estaba con él en el coche. ¿Qué fue lo que le hizo actuar de ese modo? ¿No fue sencillamente la misma rebeldía innata del corazón humano que no quiere enfrentarse con la autoridad? Ese es el problema que todos tenemos ¿no es cierto?

Cuando las personas acuden a mi para que las aconseje me dicen con frecuencia: "Se lo que tengo que hacer, pero debo confesar que no quiero hacerlo. ¿Por qué no? Todos tenemos este problema ¿no es verdad? Somos rebeldes y nos sentimos impotentes. Esto es algo que se refleja en la creciente desesperación y en el sentido de inutilidad que se apodera de tantas personas en la actualidad, la soledad y la aparente falta de significado de la vida. Y en dos ocasiones en este libro, una vez al principio y otra hacia el final, encontramos las importantes palabras que Dios dirige a un mundo dominado por la rebeldía y la impotencia. Dios dice en el capítulo 1, versículo 18:

"Venid, pues, dice Jehová y razonemos juntos...aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos."

El nos ofrece perdón. Nuevamente leemos en el capítulo 55, versículo 1:

"Oh, todos los sedientos, ¡venid a las aguas! Y los que no tienen dinero, ¡venid, comprad y comed! Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche."

Como vemos, el mensaje de Dios al hombre no es la condenación, sino que es: "venid, venid, la salvación de Jehová está al alcance de todos. Y cuando el hombre lo acepta, Isaías dice:

"Todos nosotros nos descarriamos como ovejas; cada cual se apartó por su camino. Pero Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros." (53:6)

Si lo hace, el hombre descubrirá la respuesta a su más profunda necesidad, es decir, que es posible librarse de la rebeldía y de la impotencia para que el hombre se convierta en aquello que Dios le tenía destinado.

Pienso con frecuencia en lo que le pasó hace años a uno de los maestro de la Biblia en Inglaterra. Al dirigirse apresuradamente a coger un tren después de uno de los cultos en los que había estado predicando, un hombre apareció corriendo detrás de él por la plataforma y al llegar junto a él, justo cuando se disponía a coger el tren, el hombre le dijo: "¡Oh, señor! Estuve esta noche en el culto y le oí hablar acerca de una manera mediante la cual el hombre puede hallar la paz con Dios. Necesito ayuda, quiero encontrar el camino hacia Dios. Ayúdeme usted.

Pero el maestro le dijo: "Lo siento, no tengo tiempo. Tengo que coger este tren, pero le diré lo que hacer. Coja esta Biblia y acérquese a la farola más cercana. Busque lo que dice en Isaías 53:6. Inclínese cuando mencione la palabra "todos por primera vez y levántese cuando la mencione al final. Y a continuación se subió al tren y se marchó.

El hombre se quedó allí parado durante un momento, muy perplejo, sin saber qué pensar y luego dijo: "Está bien, lo haré. Cogió la Biblia que el maestro le había dado y se acercó a la farola más cercana. "¿Qué fue exactamente lo que me dijo? se preguntó a sí mismo. "Ah sí, que buscase en Isaías 53:6 y lo encontró. "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas ¿qué me dijo que hiciese? Que me inclinase al leer la primera vez que mencionase "todos. Que me pusiese recto cuando leyese la última palabra "todos. "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas; cada cual se apartó por su camino. "Oh dijo, "ya entiendo lo que quiso decir. Tengo que admitir que ese es mi caso. Me tengo que inclinar al leer el primer todos, reconocer que me he descarriado y que he seguido mi propio camino. ¿Y ahora qué? Me pondré derecho al leer la última palabra todos, "pero Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. EL lo llevó.

En un momento aquel hombre lo vio claro. A la noche siguiente, en la reunión, entregó la Biblia al maestro y le dijo: "aquí tiene su Biblia. Quiero que sepa usted que me incliné al leer la palabra todos al principio y me puse derecho al leer la palabra todos del final.

Ese es, pues, el mensaje de Isaías y es además el mensaje de la Biblia. Es el mensaje de la palabra de Dios. Pongámonos en pie al leer el todos del final.

Oración

Padre nuestro, te damos gracias por el ministerio de este gran profeta de la antigüedad. Cuando pensamos que este libro fue escrito siete siglos antes de que nuestro Señor Jesús apareciese en la tierra, pero a pesar de ello describe de una manera tan maravillosa y con tanta exactitud cada aspecto de su ministerio, vemos que tu mano está tras el libro y que has sido tú quien nos ha ofrecido esta gran liberación de nosotros mismos. Tu hiciste que él llevase nuestras iniquidades, nuestras transgresiones y debido a ello somos aceptados ante tus ojos y podemos descubrir todas las maravillas que tú nos tienes reservadas. Te damos gracias en el nombre de Cristo, amen.


Nº de Catálogo 223

Isaías

5 de Diciembre, 1965

Vigesimotercer Mensaje