¿Quién es Suficiente?

Por Ray C. Stedman


Hoy comenzamos lo que creo es uno de los pasajes más grandiosos en el Nuevo Testamento. Se encuentra en 2 Corintios, comenzando en el capítulo 2. Aquí se encuentra la explicación más clara del secreto del ministerio fenomenal del apóstol Pablo que se pueda hallar en toda la Palabra de Dios. Va desde el capítulo 2, versículo 12, por los capítulos 3, 4, 5, y 6, y termina en el versículo 2 del capítulo 7. He tratado este tema en mi libro, Authentic Christianity (Cristianismo Auténtico), porque ha significado tanto en mi propia vida, y he visto su impacto en las vidas de muchas otras personas. Es un ejemplo tan espléndido de lo que es el cristianismo genuino, verdadero y auténtico. Pero, lo que es bastante extraño, este gran pasaje es un paréntesis en esta segunda epístola a los corintios; es una digresión por parte del apóstol.

Pablo les había estado hablando a los corintios acerca de sus presiones, y de sus problemas, y de los problemas en Corinto. (Estaba esperando en Macedonia por el retorno de Tito con las noticias de lo que estaba pasando en la iglesia en Corinto). Estaba pasando por un momento de gran perturbación mental, como veremos dentro de un rato, y a partir de eso se desarrolló esta magnífica descripción del poder por el que trabajaba incansablemente y vivía. Llega casi como un arrebato espontáneo del corazón del apóstol para contrarrestar la sensación de fracaso y de desesperación que estaba sintiendo en su ministerio en ese momento. Tenemos este contexto en los versículos 12 y 13 del capítulo 2:

Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, y se me abrió una puerta en el Señor, no tuve reposo en mi espíritu al no encontrar a Tito, mi hermano; despidiéndome, pues, de ellos, salí para Macedonia. {2 Co. 2:12-13}

Esas breves palabras recogen una tremenda experiencia en la vida de Pablo. Él ha ido a Troas desde Éfeso, tal y como lo cuenta aquí, para predicar el evangelio de Cristo. Éste era su gran gozo en todas partes. Dondequiera que fuera, él sabía que encontraría personas hundidas en la desesperación, llenas de tinieblas, cuyas vidas se regían por la superstición y el temor, acosadas, perseguidas y heridas por todo por lo que estaban pasando - personas que, sin darse cuenta de lo que estaban haciendo, habían caído en cosas terribles e hirientes que las estaban destruyendo. Para Pablo, era un gran gozo venir con las buenas nuevas de Jesucristo, Aquél que comprendía los dolores de los hombres, el Salvador, el Sanador de las penas, Aquél que tenía el poder para tocar las vidas humanas y transformarlas. Pablo anhelaba predicar el evangelio, tal y como nos lo dice, por todo el mundo su pudiera, porque era algo tan tremendo ver el poder de Dios manifestarse entre los hombres para liberarlos.

Así que llegó a la ciudad de Troas para ese propósito, y, tal y como nos lo cuenta aquí, el Señor abrió una gran puerta para él; esto es, hubo una gran respuesta a su mensaje y una gran oportunidad para darlo a conocer. Cientos, incluso miles de personas, tal vez, se reunían en los mercados, o dondequiera que podían, para escuchar la palabra del apóstol. Ya había una iglesia allí; y la ciudad se agitó cuando Pablo vino y tuvo su gran oportunidad para predicar. Pero, según nos cuenta aquí, no pudo aprovechar esta oportunidad. Su corazón estaba tan atribulado, su espíritu tan preocupado por las noticias de lo que estaba sucediendo en Corinto, que no pudo ministrar. Su espíritu estaba impaciente, y su corazón estaba atribulado; y tuvo que marcharse.

Creo que, mientras estuvo allí esperando durante esas semanas y meses, él pudo ver que, tal vez, todos sus esfuerzos en Corinto estaban por irse a pique. Debe haberse sentido atrapado por esa gran sensación de fracaso personal de que, a pesar de las visitas que había hecho a Corinto, de las cartas que les había escrito, aparentemente no había manera de solucionar este terrible problema que estaba devorando la vida de esta iglesia y que estaba amenazando con destruir la labor que él había hecho. Es en medio de esa sensación de fracaso, de presión y de preocupación que él recibe esta gran oportunidad, pero no pudo aprovecharla. Abandonó Troas y en vez de ello subió a Macedonia, esperando encontrar a Tito allí y encontrar algo de alivio para su mente atribulada.

Ahora bien, no sé si alguno de ustedes alguna vez se ha sentido así o no, pero yo sí. Yo sé lo que significa ser llamado a predicar y a enseñar la Palabra de Dios en momentos cuando mi corazón estaba tan lleno de preocupación y de angustia que no sabía si podría abrir la boca o no. Así que yo entiendo lo que Pablo sentía, y creo que muchos de ustedes lo entienden también, cuando él comparte esto con nosotros de manera tan honesta. Sin embargo, el siguiente versículo es increíble:

Pero gracias a Dios, que en Cristo siempre nos lleva en triunfo, y que por medio de nosotros manifiesta en todo lugar la fragancia de su conocimiento.{2 Co. 2:14}

Muchos de ustedes saben que ése es mi versículo favorito de toda la Biblia. ¡Qué clamor tan extraordinario de agradecimiento por un ministerio tan poderoso y efectivo! Y se encuentra justo al lado del versículo en el que está confesando su fracaso y su debilidad, su frustración y su desesperación. Ahora bien, eso es asombroso, ¿no es cierto? Los versículos 14-16 nos ofrecen un clamor de agradecimiento desde el corazón del apóstol; el versículo 17 es una descripción proveniente de sus propios labios, de su ministerio significativo y efectivo, y sin embargo, ésta se encuentra al lado de esta declaración en la que admite su frustración. ¿Por qué este cambio total repentino? Humanamente hablando, las circunstancias en las que el apóstol se encontraba eran deprimentes y lúgubres y desalentadoras. Pero espiritualmente, dice, sobre la base de la comprensión que había llegado a tener de la manera en que Dios obra, él sabía que las circunstancias eran en realidad brillantes y resplandecían con grandes posibilidades, y él se regocijaba. Pablo lo llama, "En Cristo siempre nos lleva en triunfo".

Creo que los estudiosos de la Biblia tienen razón cuando dicen que es bastante evidente que Pablo aquí está pensando en los triunfos romanos. Era una costumbre en el imperio romano, que cuando un general conquistador regresaba de alguna campaña contra alguno de los enemigos de Roma, si había peleado una dura campaña y había vencido al enemigo completamente, sometiendo la amenaza a Roma, entonces el senado se reuniría y le concedería un Triunfo. Esto sería el equivalente a lo que hoy llamaríamos un "desfile triunfal", como el que la Ciudad de Nueva York ofrece para rendirle honor a alguna persona triunfante, y la llenan de cintas y de aclamaciones. En los triunfos romanos, el general conquistador cabalgaría por las calles de Roma en su carro, precedido por muchos sacerdotes portando ollas de fragante incienso. Detrás de él venían los cautivos que había tomado, los cuales eran llevados en cadenas a su ejecución; luego venían los generales de su ejército, los capitanes y los comandantes de sus fuerzas. Las calles se llenaban de personas que aclamaban a gritos.

Ahora bien, eso es lo que Pablo dice que pasaba en el momento en que se sentía deprimido, solo, frustrado y desalentado en Macedonia. ¿No es increíble que haya puesto ambas cosas en yuxtaposición? Y sigue describiéndolo como algo marcado por una difusión de la fragancia de Cristo; el bello carácter de Jesús se estaba haciendo evidente a través de esta presión sobre él. Versículos 15-16:

Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios entre los que se salvan y entre los que se pierden; para unos, olor de muerte para muerte, y para otros, olor de vida para vida. Y para estas cosas ¿quién está capacitado?{2 Co. 2:15-16}

En el triunfo romano, para los prisioneros en cadenas que seguían al carro del general conquistador, la fragancia del incienso era un olor a muerte, pero para aquéllos que eran parte del ejército, y para los ciudadanos de Roma a cuya ciudad se le había eliminado la amenaza, esa fragancia era una fragancia de vida. Pablo aplica eso a él mismo. Dice que, por todos los lugares a donde va predicando estas buenas nuevas de Jesucristo, el hecho de que Jesús está vivo y que puede liberar a los hombres y librarlos de sus tormentos internos y de sus presiones, es una fragancia a Dios de la vida de Su Hijo. Por dondequiera que Pablo iba, Dios podía oler la dulzura y la belleza de Jesús en lo que Pablo estaba haciendo, Pero, más que eso, era una fragancia de Cristo a los hombres.

Esta semana que pasó, Ron Ritchie me estaba contando de un servicio fúnebre que llevó a cabo hacía como una semana de un hombre que había recibido al Señor no mucho tiempo antes de su muerte a causa de un accidente. Había un pequeño grupo allí que estaba muy disgustado con lo que Ron decía acerca de la libertad y de la nueva vida en Cristo. Estaban allí, huraños y molestos, y después le escribieron cartas al respecto. Para ellos, ese servicio era una fragancia de muerte tras muerte; no les gustó. Pero los demás se regocijaban en la esperanza y en la libertad que Cristo le había dado a este hombre, a pesar de una vida tan dolorosa. Para ellos, ese mensaje era una fragancia de vida tras vida. En ese momento siempre estamos lidiando con la realidad tajante y cruda. De esto es de lo que Pablo está hablando. Por dondequiera que iba, decía él, o la gente recibía ayuda hacia la libertad y la vida en Cristo, o se enojaba, endureciéndose en su oposición, y encaminándose más hacia la muerte. Pero nadie lo daba por descontado. Él causaba un impacto dondequiera que iba. Pablo describe su propio ministerio en esos términos.

¿Qué significa todo esto? Bueno, creo que significa que el apóstol Pablo no convenció al mundo. Cuando este pequeño judío de piernas arqueadas, calvo y de nariz aguileña viajaba por todo el imperio romano, predicando este gran mensaje, nunca fue recibido por la cámara de comercio; no había periodistas que lo siguieran por donde fuera, dando informes literales de todo lo que decía. Incluso ante sus propios ojos, él no estaba haciendo nada que fuera increíble. Él mismo se sentía, como dice, frustrado e inquieto; lo había atrapado una gran sensación de fracaso. Pero él dice que lo que estaba sucediendo en realidad, a pesar de todo esto, era que él sabía que, en el mismo momento de su frustración, él estaba siendo llevado en triunfo por Jesucristo, porque su ministerio no dependía de sus débiles esfuerzos para hacer algo para Dios, sino en su esperanza de que Dios iba a hacer algo a través de él. Un gran testimonio generalizado de la fragancia de Jesucristo se estaba difundiendo. Las personas estaban siendo liberadas, y el ministerio de Pablo era un éxito. Y así, él clama desde esta eterna gratitud de su corazón, "Gracias a Dios, que en Cristo siempre nos lleva en triunfo".

Quiero que sepan que si no creyera en ese gran principio renunciaría a mi labor de pastor mañana por la mañana. Acabo de recibir el privilegio, junto con Ron Ritchie y John Fischer, de pasar una semana en el campus de la Universidad de Seattle Pacific. Tuvimos reuniones en la tarde y en la mañana; y fue mi responsabilidad tener las horas de la capilla en las mañanas. Durante cuatro días tuve el privilegio de enseñar la Palabra de Dios a 2,400 estudiantes universitarios que se sentaron muy, muy callados y receptivos, escuchando todo lo que yo decía. Fue una tremenda oportunidad, pero quería que ustedes supieran que cada mañana yo hablaba con un corazón muy apesadumbrado. Podía dar testimonio, tal y como Pablo lo hace en Romanos 9, de que "Digo la verdad en Cristo, no miento, dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo, tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón", {Ro. 9:2}. La razón era porque mi segunda hija, quien ya lleva ocho años luchando con su fe, está alejándose más y más. A pesar de nuestras oraciones diarias, en vez de acercarse, ella parece adentrarse más en cosas hiriente de tal modo que su familia pasa por un terrible dolor. No se puede enfrentar algo así sin estar consciente, como padre, que es posible que se haya contribuido en gran parte a las razones para ello. El enemigo es rápido en atacarnos, en acusarnos. Así que toda la semana pasada estuve ministrando con un corazón muy apesadumbrado, con una angustia muy profunda y personal. Lo único que me permitía continuar era la confianza en lo que Pablo dice aquí de que, a pesar de la frustración personal y de las tinieblas por las que yo estaba pasando, también estaba siendo llevado en triunfo por Jesucristo; y que de mi debilidad personal saldría una gran manifestación de la fuerza de nuestro Señor y la difusión de la fragancia de Cristo.

Esto es lo que lleva el nombre apropiado de "vida cristiana victoriosa". Escuchamos mucho acerca de eso hoy, y gran parte de lo que escuchamos no es bíblico, a mi juicio. Existen ideas extrañas de que la "vida victoriosa" consiste en que: Algunas personas la ven como una especie de Disneylandia. Muchos de ustedes han tenido la experiencia de ir por los Piratas del Caribe en Disneylandia cuando suben a bordo de un bote y pasan por un túnel. De inmediato son atacados por enemigos; extrañas figuras saltan desde la oscuridad hacia ustedes, blandiendo enormes cuchillos y espadas; disparan pistolas justo delante de ustedes, los cañones se disparan y las balas de cañón caen salpicando a ambos lados del bote donde ustedes se encuentran, y parece como que su vida está en terrible peligro. Pero ustedes están allí sentados, en silencio e impasibles, porque saben que van a salir sanos y salvos de todo esto, y que nada jamás les va a hacer daño.

Hay muchas personas que tienen esa opinión de la vida cristiana. Creen que porque son cristianos, que porque sucede que ahora son hijos de Dios, hijos del Rey, van a estar protegidos y guardados de cada presión y de cada peligro en la vida, y que nunca nada les va a afectar. Y citan muchos versículos para apoyar esa opinión. Bueno, si ésa es la visión de la "vida victoriosa", entonces quiero que sepan que Pablo no sabía nada al respecto, porque él pasó por terribles pruebas y momentos de gran presión. Él nos las describirá en esta misma carta. Éstas son increíbles en cuanto a su intensidad y en cuanto a su poder para atormentarlo y para arruinarlo en su vida. Pero Pablo pudo clamar con gran confianza y con un espíritu triunfante que resuena a lo largo de todo este pasaje, que él sabía, según el gran principio que había aprendido a través de mucho dolor y de muchas angustias, que Dios estaba llevando a cabo Sus propósitos por medio de la debilidad misma por la que él estaba pasando.

Algunas personas ven la "vida victoriosa" como una especie de demostración constante y visible de un tremendo poder de tal modo que ningún obstáculo puede ponérseles en el camino. La ven como algo muy parecido al General Patton abriéndose paso a través de los países de Europa en la Segunda Guerra Mundial, acabando con todos los obstáculos a su paso, visiblemente triunfante todo el camino hasta llegar a Alemania. Ellas esperan eso. Esperan "sentirse" poderosas, y ver que el poder de Dios se manifiesta en maneras tan triunfantes que todos los obstáculos son visiblemente aplastados. Pero otra vez, si de eso se trata, entonces Pablo no sabía nada al respecto.

Pero si en vez de ello, podemos juzgar a partir de su vida, la "vida cristiana victoriosa" es un sentimiento de debilidad, con sólo breves vistazos de éxito, que aparentemente va de una batalla a otra, de un conflicto a otro sin cesar, con muy poca sensación de triunfo personal en ese momento. Y sin embargo, ese triunfo se está dando, y es de eso que Pablo está cantando aquí. Su vida estaba causando un impacto poderoso.

Es claramente evidente para nosotros los que vivimos en este siglo 20 que, aparte de nuestro Señor mismo, probablemente ningún otro ser humano jamás haya causado una impresión tan fantástica en la historia de la humanidad como el apóstol Pablo. Grandes ciudades en el mundo hoy llevan su nombre: la capital de Minnesota, la ciudad más grande del Brasil. Estos son testimonios del efecto que este hombre ha tenido en el mundo, incluso 20 siglos después. ¿Por qué? Bueno, él nos lo dice. Porque aprendió un secreto que muchos cristianos aparentemente olvidan hoy, pero que es el secreto del impacto de esta vida poderosa. Escuchen cómo describe él su ministerio en este breve resumen en el versículo 17:

Pues no somos como muchos, que comercian con la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios y delante de Dios hablamos en Cristo. {2 Co. 2:17}

Noten el contraste allí. "No somos como mucha gente", dice, "que en este primer siglo van por allí encontrando baratijas atractivas en la Palabra de Dios y las venden como vendedores ambulantes, ganándose la vida con buenas ganancias y aprovechándose de la curiosidad de la gente por algunos de los temas que trata la Palabra de Dios". Lo hacían en esos tiempos, y lo hacen ahora en el siglo 20. El mundo de hoy está lleno de mafiosos religiosos que están haciendo exactamente lo que Pablo aquí llama, "comercian con la palabra de Dios". Enciendan el televisor, cojan una revista, escuchen la radio; los escuchan por todos lados. Venden lenguas, sanidad, profecía, o lo que sea. No es que estas cosas no tengan validez en sí mismas, la tienen, pero estos mafiosos toman lo que está al margen y lo que es secundario y lo convierten en lo esencial. Todo se centra alrededor de ello, y sólo escriben y hablan y piensan acerca de ello. Lo venden como vendedores que venden cualquier producto en el mundo económico de hoy. Pablo dice, "Nosotros no somos así".

Existe otra forma de esto hoy, la cual creo que también prevalecía en su tiempo. Ciertas personas se hacen pasar por eruditos bíblicos, escriben tratados académicos acerca diversos aspectos y pasajes de la Biblia, y disponen de elevados salarios por ofrecer basura teológica. Esto continúa por todo el mundo, y continúa justo aquí, en el Área de la Bahía. No es mi intención tachar a la facultad de Seattle Pacific con tal descripción en absoluto, pero cuando Ron Ritchie, John Fischer y yo estuvimos allí, tuvimos la ocasión de hablarles y simplemente aprovechamos la oportunidad para recordarles, como hermanos en Cristo, el hambre que encontramos en el cuerpo estudiantil por tener una relación más cercana con los líderes adultos de la facultad. Les recordamos la responsabilidad que tienen de ministrar como pastores de estos jóvenes, quienes pasan cuatro años en su campus, una responsabilidad que algunos, al menos entre ellos, ya habían hecho a un lado o que fácilmente estaban olvidando. En su manera característica, Ron les habló, parafraseando con gran impacto un pasaje de Lucas 17, en donde Jesús dijo, en efecto, "Mirad, si váis a meteros con los hijos de Dios, mejor sería que considerarais primero la posibilidad de suicidaros". Y eso hizo sentar cabeza a aquellos hombres y mujeres, así como debiera hacernos sentar cabeza a nosotros. Pablo no tiene nada que ver con este tipo de enfoque superficial y poco profundo de la Palabra de Dios.

Su ministerio, tal y como lo describe, tiene cuatro aspectos: En primer lugar, él es sincero, es decir, practica lo que predica; él cree lo que dice. No predica la "crema" y vive la "leche descremada". Hace lo que anuncia. Y, en segundo lugar, su ministerio tiene un propósito. "Somos comisionados por Dios", dice. "No hemos sido enviados a este mundo sólo para divertirnos y para tratar de pasar por él y jubilarnos de una manera cómoda. Tenemos una meta que alcanzar. Hemos sido enviados para hacer algo". Él declara en Colosenses lo que es: "a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo. Y con este fin también trabajo, esforzándome según su poder que obra poderosamente en mí.", {compare Col. 1:28-29}. Ésa es su meta, y nunca la olvidó.

Ésa debiera ser la meta de todo cristiano, que nos ayudemos unos a otros a crecer y a llegar a ser personas maduras emocional y espiritualmente, y que en toda forma olvidemos nuestras maneritas infantiles, que nos alejemos de eso y que crezcamos para ser hombres y mujeres en Cristo.

Y finalmente lo hizo "en Cristo". Él dice, "Proclamamos en Cristo". Más adelante él se llama a sí mismo "embajador[es] de Cristo, como si Dios rogara por medio de [mí]; en nombre de Cristo os [ruego]: ¡Reconciliaos con Dios! ", {2 Co. 5:20}. Él hablaba con autoridad porque venía como un representante de Dios mismo para dar un mensaje que el mundo necesitaba oír desesperadamente.

Es inútil volver nuestros ojos al liderazgo secular para que éste nos saque del lío en que nos encontramos. Si la iglesia no va a decirle al mundo lo que Dios la envió a decir, entonces no hay esperanza para este país ni para ningún otro hoy. Lo que necesitamos es la verdad. Lo que necesitamos es luz en nuestras tinieblas. Eso es lo que Dios nos ha comisionado a cada uno de nosotros: que declaremos la luz en medio de las tinieblas. De eso es de lo que Pablo está hablando, no de salir para ganarnos la vida rápida y fácilmente, forrándonos de millones de dólares vendiendo alguna baratija atractiva en la Palabra de Dios, sino proclamando la verdad de Dios para que las personas sean verdaderamente libres.

¡Qué ministerio! No es de extrañar que en medio de él, Pablo haga esta pregunta, "¿Quién es suficiente para estas cosas?" Estoy seguro que ésta es una pregunta que se apodera de sus corazones cuando piensan en lo que hemos sido enviados a hacer. Se apodera del mío. Pablo va a responder esa pregunta en el capítulo tres, y no les haría daño leer un poquito más adelante y descubrir cuál es la respuesta. (Hablaremos de ella la semana que viene). Pero él hace la pregunta porque es tan obvio que ningún recurso humano es capaz de esto. ¿Quién puede hacerlo? ¿De qué escuela podemos graduarnos que nos dé esta capacidad? ¿Qué curso podemos tomar? ¿Qué líder humano podemos seguir que nos enseñará cómo funcionar en estos campos y en estos términos para que las personas sean realmente liberadas? "¿Quién es suficiente para estas cosas?"

Jesús mismo les hizo la pregunta a Sus discípulos. En una ocasión se volvió a los doce y les dijo, "¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?" {compare Mt. 20:22}. En su futilidad ignorante, ellos contestaron, "Sí, claro que podemos", como muchos de nosotros hemos respondido sin pensar. Pero las palabras de Jesús son muy solemnes. Él dijo, "Mi copa ciertamente beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados", {compare Mt. 20:23}. Con eso quiso decir que habría frustración, que habría temor, que habría soledad y muerte en nuestra experiencia si es que vamos a ver el poder de Dios manifestarse en nuestras vidas.

La vida cristiana victoriosa no es una vida de victoria continua en el sentido de vencer todos los obstáculos y sentirse triunfante a medida que avanzamos. ¡No! ¡No! Es una vida en la que por momentos sentimos angustia de corazón, profundas dudas internas, en la que luchamos contra frustraciones externas y contra temores internos. Es una vida en la que frecuentemente enfrentamos oposición, y sin embargo estamos confiados en que el Dios que está dentro de nosotros puede hacer Su obra y hacer Su voluntad, de que del temor, de la frustración, y del fracaso saldrá triunfo y victoria, y la fragancia de Jesucristo. ¿Han llegado a eso? Eso es lo que va a girar y a cambiar este mundo que nos rodea. Dios quiera que comprendamos al ir juntos por este pasaje.

Oración

Señor, te agradecemos por esta palabra convincente de labios del gran apóstol. Te agradecemos que, aunque han pasado 20 siglos desde aquellos días, Tú no has cambiado, ni el mundo ha cambiado, ni nosotros hemos cambiado; que Tu poder se haga tan manifiesto y tan grandioso hoy como siempre, y que Tu puedas manejar esta era tan bien como lo hiciste en cualquier otra época, lugar, o tiempo. Gracias por el privilegio de ser llamados a un ministerio como éste, el cual no depende de nuestros recursos, de nuestras personalidades, de nuestro dinero, de nuestro tiempo, o de cualquier otra cosa que no sea la grandeza de nuestro Dios. Te agradecemos, Señor, que podamos ser Tus instrumentos en este día; y oramos para que podamos volver a comprender esto de una manera fresca. En el nombre de Jesús, nuestro Señor, Amén.


 BOSQUEJO DE 2 CORINTIOS 2:12-17
1. Triunfo de la presión, 12-13
   A. La presión, 12-13
      1. Un motivo apropiado              
      2. Una gran oportunidad          
      3. Una mente atribulada              
      4. Un espíritu impaciente
   B. El triunfo, 14-17   
      1. Un corazón continuamente agradecido 
         a. Para una victoria sin fin 
         b. Para una fragancia generalizada             
            (1) A Dios              
            (2) A los hombres                      
                (a) Algunos para muerte                       
                (b) Algunos para vida 
      2. Un ministerio maravillosamente efectivo, 17 
         a. No como un vendedor ambulante     
         b. Sino como un embajador.                
            (1) Sincero             
            (2) Con propósito         
            (3) Transparente         
            (4) Con autoridad

Título: ¿Quién es Suficiente? 
Por: Ray C. Stedman 
Serie: Estudio de 2 Corintios
Versículo: 2 Co. 2:12-17 
Mensaje No: 4
Catálogo No: 3679 
Fecha: Octubre 7, 1979