¿Quién es ese enmascarado?

Por Ray C. Stedman


Nos acercamos a la fiesta de Halloween, cuando la gente se pone máscaras, y nuestros niños, al menos algunos de ellos, se las pondrán. Algunos de los que somos mayores recordamos cuánto nos emocionaba escuchar el grito de "Hi-ho, Silver" en el programa radial, El Llanero Solitario (a quien se le conocía como "El Enmascarado"), al ritmo de la Obertura de Guillermo Tell, y la invariable pregunta, "¿Y quién es ese enmascarado, a todo esto?" Y hace un par de semanas nos sentimos angustiados cuando supimos que la Corte Suprema ha ordenado que El Enmascarado se quite la máscara. ¡El Llanero Solitario ya no puede volver a usarla! Pero en el versículo 12 de 2 Corintios, capítulo 3, Pablo nos dice quién es "El Enmascarado" de la Biblia. Se trata de Moisés.

Teniendo, por tanto, tal esperanza, hablamos con mucha franqueza, y no somos como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro para que los hijos de Israel no fijaran su vista en el fin de aquello que había de desvanecerse. {2 Co. 3:12-13}

Es obvio que el apóstol aquí está tratando a este velo como un símbolo. A Dios le encanta enseñar con símbolos. Su método favorito de enseñanza es a través del uso de alguna ayuda visual, una especie de símbolo de la verdad que Él sostiene delante de nosotros para instruirnos. La "máscara" o velo que Moisés usaba es un símbolo del antiguo pacto, es decir, la Ley, los Diez Mandamientos, con la exigencia que éstos hacían sobre nosotros de mantener una cierta norma de comportamiento. También es un símbolo de nuestra respuesta natural y normal a la Ley - tratar de obedecerla, ya sea al punto de convencernos de que la hemos alcanzado, o al punto de rendirnos y de rebelarnos contra ella.

Cuando Moisés bajó de la cima del monte, se nos dice que su rostro resplandecía, y ese rostro brillante de Moisés se convierte en el símbolo de la atracción, en la gloria, que hay en tratar de guardar la Ley de Dios. Cada uno de nosotros ha sentido esa atracción a veces. Sabemos lo que se siente cuando se nos da una oportunidad para demostrar lo que podemos hacer y para responder a ella. Sentimos que nuestra sangre comienza a hervir cuando creemos que hay ciertas demandas que pensamos que podemos satisfacer, y queremos una oportunidad para demostrar que podemos hacerlo. Un número enorme de personas puede emocionarse mucho con este tipo de cosas hoy en los campos de la música, de los deportes, de la política, y en otras diversas áreas del empeño humano. Todo esto queda simbolizado en la gloria del rostro de Moisés.

Pero Pablo nos dice que era una gloria que se desvanecía. Él mismo ha encontrado algo que es aún más emocionante. Es lo que él llama el "nuevo pacto", una nueva manera de vivir, provista por Dios en Cristo. Esto nos da no sólo una relación correcta con Cristo desde el mismo inicio (no es algo que hemos ganado, sino algo que se nos ha concedido), sino también nos da la emoción de esperar la obra de Dios en nosotros y a través de nosotros, para que cuando hacemos cosas ordinarias y normales, Dios estará obrando y como resultado de ello, algo grandioso ocurrirá. Ahora bien, eso es emocionante. Me gusta la manera en que una de las nuevas traducciones expresa algunos de los versículos justo antes de esta sección, en donde el apóstol compara estos dos pactos.

El Ministerio que causaba muerte, el que estaba grabado con letras en piedra, fue tan glorioso que los israelitas no podían mirar la cara de Moisés debido a la gloria que se reflejaba en su rostro, la cual ya se estaba extinguiendo. Pues bien, si aquel ministerio fue así, ¿no será todavía más glorioso el ministerio del Espíritu? Si es glorioso el ministerio que trae condenación, ¡cuánto más glorioso será el ministerio que trae la justicia! En efecto, lo que fue glorioso ya no lo es, si se le compara con esta excelsa gloria. Y si vino con gloria lo que ya se estaba extinguiendo, ¡cuánto mayor será la gloria de lo que permanece! {2 Co. 3:7-11, Nueva Versión Internacional}

De eso es de lo que Pablo ha estado hablando. El haber encontrado esta nueva base para vivir, la cual es muchísimo más emocionante y más atractiva que esforzarnos al máximo para guardar la Ley, lo lleva a decir en el versículo 12, "Ésa es la marca de alguien que realmente ha confiado en el nuevo pacto". Se ha vuelto osado; tiene confianza. Ésa es la idea. La raíz del significado detrás de esta palabra es apertura. Él se vuelve totalmente abierto, se pone a la luz, sin nada que ocultar, se hace transparente. La razón es porque ya no cuenta consigo mismo; él está contando con Dios, y por lo tanto, se vuelve confiado y abierto.

De inmediato, Pablo contrasta esto con Moisés, quien puso un velo sobre su rostro para que los israelitas no pudieran ver el final de la gloria que se desvanecía. Podemos volver a leer esa historia en el capítulo 34 de Éxodo, en donde se nos dice que cuando Moisés bajó del monte con los Diez Mandamientos, su rostro brillaba como el sol y la gente de hecho huía de él. Moisés los llamó más tarde, y la historia dice que cuando terminó de darles las palabras de Dios, puso un velo sobre su rostro.

Pablo nos dice que lo hizo para que el pueblo no viera el final de la gloria que se desvanecía. Cuando Moisés regresaba al tabernáculo de reunión, se quitaba el velo, y su rostro comenzaba a brillar de nuevo. Cuando salía, se volvía a poner el velo. No quería que el pueblo viera la condición final a la que nos llevaría el tratar de obedecer a Dios con todas nuestras fuerzas. ¿Cuál es esa condición? Bueno, Pablo ya nos la ha descrito en el capítulo 3. Él la llama el "ministerio de muerte" (versículo 7), "el ministerio de condenación" (versículo 9), y luego, en el versículo 11 "lo que se desvanece". Esto nos describe a dónde nos llevará al final nuestro máximo esfuerzo por vivir de acuerdo a lo que Dios quiere que seamos. Primero será una sensación de muerte. Nunca estamos a la altura. Nadie lo está jamás. Nunca llegamos a tener esa sensación de, "¡Ajá! Al fin he hecho lo que Dios quiere", porque algo dentro de nosotros nos dice, "Bueno, puede que así lo creas, pero tal vez Dios no lo crea así". Entonces nos sentimos culpables, con una sensación de fracaso y de carencia. Más aún, Pablo dice que esto constará de una sensación de condenación, es decir, de un desvanecimiento de toda la emoción, de todo el glamour, y de toda la gloria. Nos quedamos con un aburrimiento y con un vacío, y con una sensación de futilidad.

Creo que esto explica el por qué muchos cristianos, cuando son honestos, testifican diciendo, "Ya saben, mi vida cristiana no es muy emocionante. Más bien la encuentro bastante aburrida, como vacía". En sus momentos de mayor honestidad, ellos confiesan que tienen una sensación de desperdicio y de futilidad en cuanto a su vida. Bueno, eso es la confirmación de lo que Pablo está diciendo aquí, que es nuestro intento mismo de pensar que podemos vivir según lo que Dios exige de nosotros lo que está produciendo esta sensación de muerte, de culpa y de vacío dentro de nosotros.

Entonces, este velo sobre el rostro de Moisés se convierte en un símbolo de lo que sea que interfiere con la obra de la Ley y la retrasa. Pablo nos ha estado diciendo que la Ley ha venido a matarnos, a mostrarnos cuán totalmente inútil es para nosotros esforzarnos por obedecer a Dios. La Ley ha venido para hacer de eso una realidad, para mostrarnos cuán absolutamente inútil es intentarlo. Pero un velo lo retrasa. Nos hace pensar que realmente estamos complaciendo a Dios, que estamos cumpliendo con Sus demandas. Por lo tanto, el velo posterga la muerte a la que tenemos que llegar, a fin de recibir la vida que Dios está dispuesto a dar.

Tal vez Moisés no entendió todo esto cuando se puso el velo sobre su rostro. Es un poco difícil para nosotros imaginar cuál pudo haber sido su motivo para hacerlo. Algunos comentaristas sugieren que él creyó que si la gente veía que la gloria se desvanecía, entonces no le prestaría atención alguna a la Ley, la despreciaría y seguiría viviendo como le diera la gana. Otros han sugerido que, tal vez él estaba tratando de conservar su propio símbolo de estatus como un mediador especial con Dios. Ésa es la posición que asumí en mi libro Cristianismo Auténtico, la cual trata este pasaje. Creo que Moisés, como muchos de nosotros, estaba tratando de conservar la reputación que tenía con el pueblo y no quería que éste viera que cuando él salía de la presencia de Dios la gloria comenzaba a desvanecerse - tal y como a muchos de nosotros no nos gusta ver lo que realmente pasa dentro de nosotros. Queremos conservar una imagen de que somos gigantes espirituales, cuando en realidad no lo somos en absoluto. Nuestra familia lo sabe, pero no queremos que nuestros amigos ni nadie más lo sepa. Puede que ése haya sido el motivo de Moisés.

Sin embargo, una cosa es clara: éste no fue un acto de audacia o de confianza por parte de Moisés. Pablo contrasta su propia audacia con la de Moisés. Lo que Moisés hizo nació del temor, del compromiso, de un intento por esconder algo que debió haberse visto. Eso queda confirmado por el hecho de que Pablo prosigue relacionando esto con la acción de Israel, de los judíos de su propio tiempo, y de la incredulidad de ellos, por cuanto dice:

Pero el entendimiento de ellos se endureció; porque hasta el día de hoy, en la lectura del antiguo pacto el mismo velo permanece sin alzarse, pues sólo en Cristo es quitado. Y hasta el día de hoy, cada vez que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones; pero cuando alguno se vuelve al Señor, el velo es quitado.{2 Co 3:14-16}

Noten lo que se está diciendo aquí. El apóstol expresa muy claramente que la naturaleza de las tinieblas, de la ceguera que yacía sobre las mentes de los judíos de su tiempo, a la cual llama un "velo", es el mismo velo que Moisés puso sobre su rostro. Ahora bien, obviamente el velo sobre el rostro de Moisés era un velo material; estaba hecho de tela. Pablo no está sugiriendo que los judíos caminaban con velos de tela sobre sus rostros. Lo que está diciendo es que lo que el velo representó en Moisés es lo mismo que estaba pasando con los israelitas de su propio tiempo. Lo que el velo hizo en el rostro de Moisés fue esconder el final de la gloria que se desvanecía, esconder el terrible final del esfuerzo individual, la muerte que resultaría de ella. Eso es lo que está haciendo en el rostro de los judíos que leen el antiguo pacto, el Antiguo Testamento, aun hoy. Ellos no ven que el final de todos sus esfuerzos por tratar de llevar una vida recta por medio de sus propios recursos humanos es que va terminar en muerte, en condenación y en vacío, y en una total sensación de futilidad y de desperdicio. Y sin embargo, eso es lo que sucede.

Pablo también lo llama un "endurecimiento", con lo que quiere decir que se convierte en una condición continua. Entran en un estado de ánimo. Ahora bien, lo asombroso es que, en nuestra época, 2000 años después de Pablo, esto sigue siendo cierto.

Podemos verlo con los judíos de hoy. En el judaísmo ortodoxo, y en gran parte del judaísmo reformado, y ciertamente en el judaísmo liberal, todavía siguen tratando de lograrlo delante de Dios basándose en cómo se comportan.

Para ilustrarles eso, me gustaría compartir una cita de una carta que un joven en esta congregación recibió de un rabino judío. Este joven era de origen judío, pero se había hecho cristiano, y mantenía correspondencia con el rabino que estaba tratando de defender el judaísmo. Esto es lo que escribió:

"Los judíos hemos rechazado la perspectiva gentil cristiana. El judaísmo, según fue formado por nuestros rabinos en Palestina, fue concebido del cuerpo (esto es, de nuestros cuerpos físicos) como un regalo de Dios y hasta este día consideramos el cuerpo como santo y sano, no como una prisión de donde se tenga que escapar. Nosotros sostenemos que cualquier inclinación por parte del hombre a obrar mal, no reside en su cuerpo sino en su corazón o en su mente, y esta inclinación puede vencerse por medio de un cambio de corazón o de mente. Por lo tanto, el hombre, en sí mismo, efectivamente posee el poder para expiar sus propios delitos, y los judíos tenemos en nuestra Torá [el Antiguo Testamento] la guía que dirige nuestros corazones y nuestras mentes hacia la vida recta".

Y eso, por supuesto, es el antiguo pacto. El velo sigue sobre sus mentes de tal modo que no pueden ver el final de esa gloria que se desvanece. Ahora bien, este mensaje no es un ataque al judaísmo, por cuanto Pablo no está atacando al judaísmo. Lo que simplemente está haciendo es usar a Moisés y a Israel como una ilustración de algo que es cierto para los cristianos. (Por los que Pablo se preocupa es por los creyentes a quienes les está escribiendo aquí en Corinto, y, a través de ellos, también por nosotros). Estas personas se habían hecho cristianas, y por fe, el Espíritu de Dios había entrado a su espíritu humano y los había establecido en una relación con Cristo, la cual no podía romperse. En el espíritu, al profundo nivel de la inconsciencia humana, ya estaban unidos a Dios en una relación abierta y clara.

Pero el problema era (y éste también es nuestro problema), que en su alma, en la experiencia consciente de la vida (la parte de la que estamos al tanto), este velo sobre sus mentes a menudo estaba allí. Todavía seguían creyendo que, si se esforzaban lo suficiente, podrían guardarse del mal y así vivir una vida agradable a Dios. Éste es el error que ha invadido las iglesias a lo largo de este país y en todo el mundo hoy. Nos encierra en la debilidad, en la futilidad, en la condenación y en la culpa y en todos los demás fenómenos con los que estamos familiarizados en la vida mediocre de la iglesia de hoy. Esto es lo que sucede: Una vez que nos hacemos cristianos, recibimos el regalo de la salvación por fe. Le agradecemos a Dios por tenerla, y luego comenzamos de inmediato a establecer reglas de conducta. (Por lo general nos sometemos a las de otra persona por algún tiempo, y luego comenzamos a establecer nuestras propias reglas). Determinamos lo que está mal y lo que está bien.

Todos tenemos en nuestra lista ciertas cosas que son obviamente malas - el asesinato, el adulterio, la borrachera, etc. Estas cosas están casi siempre en la lista de todos porque son tan claras en la Biblia. Luego comenzamos a añadir otras. Tomar está fuera; fumar está mal; bailar está mal; ir al cine, al teatro, lo que sea, está mal. No hay límite hasta dónde se puede llegar en esa dirección. Podemos hacer como los Amish, e incluir que el uso de botones está mal; o que el uso de cierres está absolutamente mal; o que tocar instrumentos en una congregación es algo definitivamente del diablo. Hay grupos que creen que una vez que hagamos nuestra lista, lo que sea que haya en ella, una vez que tengamos claro las cosas que no debemos hacer, entonces todo lo que nos queda para tener la aprobación de Dios es ceñirnos a la lista. Ya que se trata de cosas externas que, por medio del esfuerzo de la voluntad o de la mente, se pueden evitar, entonces parece que tenemos una posibilidad de agradar a Dios, así que lo intentamos.

Ahora bien, podemos fracasar porque nuestras exigencias son demasiado irreales; podemos renunciar completamente y echar todo por la borda, o, lo que es probablemente peor, tenemos éxito, y no hacemos nada de esas cosas. Entonces comenzamos a sentirnos bien con nosotros mismos porque hemos vivido de acuerdo a lo que Dios espera de nosotros. Pero de lo que no nos damos cuenta, porque el velo está escondiendo el final de la gloria que se desvanece, es que cuando cumplimos con nuestra lista, comenzamos a sentirnos muy orgullosos de nosotros mismos porque lo hemos logrado. No lo admitimos abiertamente; no comenzamos a alardear cuán espirituales somos (sabemos que eso nos meterá en problemas), pero dentro de nosotros hay un orgullo muy fuerte que comienza a desarrollarse y que se revelará exteriormente.

Y la manera en que por lo general se hace evidente es a través de alguna forma de esnobismo. Menospreciaremos a las personas. La mayoría de los cristianos sufrimos de esto (Yo menosprecio a las personas que menosprecian a las personas). Se manifiesta como prejuicio. Ciertos tipos de personas son aceptables y a otros no los podemos soportar. No podemos entender cómo alguien puede soportarlos - hippies, negros, pobres, lo que sea. Comenzamos a desarrollar un espíritu crítico - otros no están a la altura. Comenzamos a menospreciar a aquéllos que no pueden tener éxito en el área donde creemos que somos fuertes. No hay nada peor que un borracho reformado, por ejemplo. Hace que todos se sientan incómodos. O nos volvemos absolutamente intolerantes con los demás, impacientes ante la falta de progreso por parte de ellos. Se manifiesta en la forma de sarcasmo, la manera en que hablamos de las personas, los apodos que les ponemos. Archie Bunker es una clara manifestación de la intolerancia que comienza a emerger.

El gran problema es que estamos ciegos ante estas cosas como pecados. Si nos viéramos a nosotros mismos, veríamos que somos espantosamente farisaicos. Pero en realidad creemos que Dios nos aprueba. (simplemente somos como los fariseos a quienes Jesús atacaba con Sus palabras porque eran tan espantosos en cuanto a su actitud de superioridad moral). Y ya que no vemos estas cosas como pecados, nunca nos volvemos al Señor para tratarlas. Pensamos en ellas como deslices menores que podrían ser un poquito molestos, pero que no son realmente pecados. Dios no está muy preocupado por ellos debido al gran registro de superioridad moral que tenemos ante Sus ojos. Así que nunca los confesamos; nunca los reconocemos como malos ante nosotros mismos ni ante nadie; nunca nos volvemos al Señor.

Por lo tanto, la ceguera nunca se va, porque dice que, "cuando alguno se vuelve al Señor, el velo es quitado". No podemos quitárnoslo de ninguna otra manera; no hay manera en que podamos mostrarnos a nosotros mismos cuán farisaicos somos. Tenemos que volvernos al Señor. Ésa es la única manera posible de hacerlo. Pero porque no lo hacemos, vamos año tras año haciéndonos daño, haciéndoles daño a los demás, disfrutando del placer momentáneo y de la sensación de emoción que tenemos al consentir estas actitudes. No somos conscientes de que el final de la gloria que se desvanece, la muerte, las tinieblas, el vacío, la sensación de futilidad, el aburrimiento, la "depre" de ese tipo de cristianismo está gradualmente entrando a nuestra vida. De allí viene. Pablo nos dice que lo enfrentemos, y que lo veamos tal y como es. Pero hay una gran área de esperanza; y la tenemos en los siguientes dos versículos:

Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad. Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu. {2 Co. 3:17-18}

El apóstol les recuerda de inmediato a los corintios que, aunque el velo está cubriendo sus mentes, el Señor está en sus corazones, en sus espíritus humanos. Su esperanza de libertad viene de ese gran hecho, por cuanto Aquél que está dentro de ellos es Dios mismo. Pablo lo identifica: "el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad". Por supuesto, él no está confundiendo a las personas de la Trinidad. No quiere decir que el Espíritu Santo y Jesús el Señor son uno y el mismo. Lo que quiere decir es que están tan identificados en cuanto al propósito y la función que parecen ser el mismo; podemos intercambiar al Uno por el Otro. Ésa es la razón por la que "caminar en comunión con Cristo", y "caminar en la llenura del Espíritu" es hablar de la misma cosa. No se trata de dos experiencias diferentes, son la misma. El Espíritu Santo ha venido para revelar al Señor Jesús, por lo tanto, todo lo que hace no involucrará hablar de Sí mismo sino del Señor. La vida guiada por el Espíritu es una vida en la que Jesucristo está muy visible y se ve claro y llano ante nuestros ojos. Por lo tanto, Aquél que está haciendo esto es el Señor mismo, y "y donde está el Espíritu de Cristo (el Espíritu del Señor), hay libertad".

Libertad es estar a la luz, es ser osado, es no tener nada que esconder. De eso es de lo que Pablo está hablando. El hombre libre es aquél no tiene una reputación que defender, que no tiene una imagen que ocultar, que no tiene nada acerca de sí mismo que tenga que conservar para sí. Puede ser tal y como es. Eso es la libertad. Hoy escuchamos que por todas partes se sostiene que esto es lo que la gente anhela. Las personas quieren "ser ellas mismas". "Tengo que ser tal y como soy", escuchamos, y no hay nada de malo con ello. Dios también quiere que seamos tal y como somos. Lo único malo es la manera en que lo hacemos. En el mundo se nos enseña que la manera de ser "nosotros mismos" es pensar en "nuestras" ventajas, en "nuestros" esfuerzos, y defenderlos y exigirlos.

La Palabra de Dios nos enseña que es otro el proceso. La manera para que seamos nosotros mismos, para que tengamos libertad, no es teniendo temor de ver toda la maldad que sea posible en nuestros corazones y en nuestras vidas, porque tenemos otra base sobre la que podemos recibir la aceptación y la aprobación de parte de Dios. Es un regalo para nosotros. Es la fe que continuamente vuelve a aceptar el regalo de la justicia, de que ya le somos agradables a Dios, y, sobre esa base, le servimos con un corazón de gratitud por lo que ya tenemos.

¿Ven la diferencia? Sabemos que no lo merecemos, y sin embargo, lo tenemos. La base de la liberación por parte de Dios es darnos el regalo de la aceptación, de la justicia total. No tenemos que ganarlo en absoluto, y nuestro desempeño no va a afectarlo. Ya lo tenemos. Cuando comenzamos a ver a Aquél que está haciendo esto en nuestras vidas, al Señor Jesús, y lo contemplamos habiéndonos quitado todos nuestros velos de tal modo que no tenemos temor de ver la capacidad de nuestra propia maldad, entonces sucede algo maravilloso. Pablo dice,

Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu. {2 Co. 3:18}

Sin siquiera saber que lo estamos haciendo, sólo regocijándonos en lo que tenemos, y sirviendo al Señor que nos lo dio, de repente descubrimos - y otras personas descubrirán - que nos estamos convirtiendo en personas amorosas. Y el amor es el cumplimiento de la Ley; la misma exigencia que Dios hizo en la Ley, la que tanto nos esforzamos por cumplir por medio de nuestro esfuerzo individual, se cumplirá sin que ni siquiera nos demos cuenta, cuando comenzamos a amar por la gracia y por el perdón de Dios.

Una persona amorosa ya está cumpliendo la Ley. Es compasiva, comprensiva, perdonadora. Es firme cuando se trata de lo que es el bien y lo que es el mal; sabe cómo decir la verdad, pero lo hace en amor. No está constantemente criticando ni juzgando a los demás porque entiende la debilidad con la que llegamos a estos estándares. Pero es servicial; trata de alentar a las personas a que dependan de la gracia y del perdón de Dios. Sin darnos cuenta, de repente descubrimos para nuestra propia sorpresa que nos estamos pareciendo más a Jesús.

Es un proceso de crecimiento. No se da en una gran transformación, en la que de repente somos santificados, o llenos del Espíritu, o cuando nos bautizamos. Se da a medida que mantenemos nuestros ojos en la gloria del Señor y no en el rostro de Moisés; no en el esfuerzo individual, sino en lo que Él ya nos está dando. Cuando hacemos esto, de repente descubrimos que el Espíritu de Dios ha estado obrando, haciendo cambios graduales. Nos estamos convirtiendo en personas amorosas, con quienes es más fácil vivir, más atractivas, más convincentes, nuestra vida se hace más profunda, está perdiendo su superficialidad; somos más comprensivos. Ésa es la obra del Espíritu. Noten lo que él dice, "como por el Señor, el Espíritu". No somos nosotros quienes lo hacemos, es Él. Él tiene la responsabilidad.

Esto explica lo que a muchos de nosotros se nos hace difícil de entender. Es la labor del Espíritu quitarnos el velo, que es lo que nos impide vernos a nosotros mismos, y cuán inútil es que nos esforcemos por agradar a Dios. Hay otra manera de agradarle - aceptando lo que Él nos da. En tanto que nos esforcemos, nunca podremos coger lo que Él está listo para dar. Por lo tanto, la obra del Espíritu es ayudarnos a ver cuán inútiles se han vuelto son nuestros esfuerzos por intentarlo. Éstos son lo que llamamos "momentos de la verdad". ¿Alguna vez han tenido alguno? Son bastante horribles. Pensamos que hemos estado progresando, que hemos estado obedeciendo y que nos ha estado yendo bien, y de repente descubrimos que hemos sido personas egocéntricas, que lo que pensábamos era una vida perfectamente aceptable estaba llena de falta de amor, de brutalidad, y de egoísmo.

A menudo me han contado acerca de dos jóvenes que eran estudiantes en la Universidad Duke en Carolina del Norte, quienes fueron invitados a una fiesta de máscaras. Decidieron ir vestidos con los disfraces de las mascotas de la Universidad Duke, los "Diablos Azules", así que alquilaron disfraces de diablos azules. Vestidos así, salieron para la fiesta y, sin darse cuenta, se confundieron y por error llegaron a la reunión de oración de una iglesia. Cuando estas personas levantaron la vista luego de sus oraciones y vieron a dos diablos azules caminando hacia el altar, se produjo un gran éxodo por las puertas y ventanas, todos salieron menos una dama bastante robusta que quedó atascada en la banca delantera cuando trató de darse vuelta. Ella comenzó a gritar aterrorizada, y estos jóvenes, olvidando que eran ellos los que estaban causando este problema, corrieron hacia ella para tratar de ayudarla. Cuando los vio avanzando hacia ella, la mujer levantó la mano, puso los ojos en blanco, y dijo, "¡Alto! ¡No se acerquen ni un paso más! Quiero que sepan que he sido miembro de esta iglesia durante 25 años, ¡pero todo el tiempo he estado del lado de ustedes!"

Eso es lo que el Espíritu de Dios hace con nosotros. De repente, Él nos hace ver del lado de quién hemos estado, y es algo sobrecogedor. Lo he sentido muchas veces. De repente vemos cuán inútil es tratar de ser buenos, pero qué maravilloso es darnos cuenta que, por medio del regalo de Dios, ya somos buenos a los ojos de Él. Cuando creemos en eso, y, de pura gratitud por ello, comenzamos a vivir y hacer las cosas que cumplen con el amor que sentimos en nuestro corazón, de repente descubrimos que nuestro comportamiento también ha cambiado, y que sin estar conscientes de ello, nos estamos convirtiendo en personas amorosas. De eso es de lo que el nuevo pacto se trata. Ésa es la gloria mayor.

Espero que muchos de ustedes vuelvan a leer por entero el excelentísimo sermón que predicó Jack Crabtree este verano, titulado El Propósito de la Ley, porque él saca muy bien cómo la Ley pretende matarnos, hacer que nos rindamos y que ya no tratemos de ser buenos. Ése es su propósito, porque nos hace entender que no podemos alcanzar la norma de justicia de Dios de esa manera, jamás, pero podemos tenerla como un regalo, fresco, tantas veces al día como la necesitemos. Eso es lo que al final resultará en amor, que es lo que cumple la Ley.

Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, [habiendo llegado al final, habiendo aceptado el hecho de que no podemos tener éxito ante Dios o ante los hombres por medio del fingimiento, de una imagen, o tratando de vernos bien. Cuando llegamos a ese lugar, estamos] contemplando como en un espejo la gloria del Señor, [nosotros] estamos siendo transformados en la misma Imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu. {2 Co 3:18}
BOSQUEJO DE 2 CORINTIOS 3:12-18  
1. Oposición desde dentro, 3:12-18      
   A. El velo en el rostro de Moisés, 12-13               
      1. Su motivo-falta de osadía o confianza.         
      2. Su propósito-esconder el final.    
   B. El velo sobre el rostro de Israel, 14-16             
      1. El efecto del velo-endurecimiento.            
      2. La naturaleza del velo-la misma que en el rostro de Moisés.               
      3. La razón por la que permanece-sólo Cristo lo puede quitar.        
   C. La gloria del rostro sin el velo, 17-18                
      1. La libertad del Espíritu, 17                        
         a. La identidad del Espíritu.                       
         b. La marca de Su presencia.            
      2. La gloria cada vez mayor, 18                     
         a. El objeto de nuestra fe, 18a                         
            (1) La belleza de Cristo                                
            (2) Vista sin un velo                 
         b. El efecto sobre nosotros, 18b                                
            (1) Cambiados a Su semejanza                           
            (2) El proceso de crecimiento                       
         c. Aquél que es responsable, 18c

Título: ¿Quién es ese enmascarado? 
Por: Ray C. Stedman 
Serie: Estudio de 2 Corintios
Versículo: 2 Co. 3:12-18 
Mensaje No: 6
Catálogo No: 3681 
Fecha: Octubre 21, 1979