EL ANCLA DE LA ORACIÓN

por Ray C. Stedman



Mucha gente en este país están luchando con la pregunta hecha por uno de los líderes del grupo de Mayoría Moral en relación a si Dios escucha las oraciones de los Judíos o no. Muchos están preguntando, por el rechazo de Jesús de parte de los Judíos, ¿escucha Dios sus oraciones o no? Mi contestación sería que Dios escucha las oraciones de todos en todas partes. Hay un verso en los Salmos que dice, "Tu oyes la oración: A ti vendrá toda carne," (Salmos 65:2). Tenemos también una indicación de esto en el Nuevo Testamento. Cornelio era un Romano pagano que fué influenciado por la comunidad Judía. El aprendió algo acerca de Dios y comenzó a orarle a él, y ún angel fué enviado a decirle que sus oraciones y limosnas habián sido reconocidas por Dios. El angel fué enviado a guiarle a una verdad profunda (Hechos 10:4). Así que hay mucha evidencia en las Escrituras que Dios escucha todas las oraciones. De hecho, aprendimos en nuestro primer estudio que Dios mismo inicia la oración. Aún personas ateas oran a veces.

Un viejo capitán marino me comentó una vez acerca de las tormentas que el había pasado. Dijo acerca de una tormenta terrible en particular, "Dios escuchó de muchos extraños aquella noche." Así que hay un deseo instintivo para orar que sale de dentro de nosotros.

En esta serie de estudios de la oracíon veremos a la tremenda relación que los creyentes tienen con Dios. Yo espero que estos estudios sean progresivos, eso es, no queremos olvidar lo que aprendimos la vez pasada, sino añadiéndole a lo que aprendamos hoy. Yo confío que tendremos nuestras preguntas acerca de la oración constestadas según vamos progresando.

Hoy queremos ver al misterio y los mitos de la oración. Hay cosas que hemos aprendido desde la niñez, mitos, malentendidos, y conceptos acerca de la oración que están erróneos, y necesitan corregirse. Pero, cuando hayamos aprendido todo lo que podamos, todavía existe un misterio acerca de la oración.

La oración es iniciada por Dios, como ya hemos aprendido. El siempre comienza la oración, aunque lo sepamos o no. Y es esperado a ser una conversación íntima y relajada con Dios. No importa cúal sea el mótivo de la oración, su forma debe ser una hablando directamente con él. Solo dos personas están envueltas en la oración, usted y Dios. Otros pueden estar escuchando, pero tu mismos estás confrontando al Ser divino.

Entonces la oración, como también vimos en nuetro último estudio, es deseado a ser instructivo; aprendemos de nuestras oraciones. Dios les hizo preguntas a Adán y Eva, y en la búsqueda de las contestaciones, ellos aprendieron mucho acerca de ellos mismos, como también de Dios, y de la vida misma. No conozco un aspecto de la oración que sea más importante que esto. Si oramos vamos a aprender; si no oramos no vamos a aprender; permanecemos en la ignorancia.

Hoy quiero mirar a una oración familiar, encontrada en él capítulo 18 de Genésis. Este es el incidente muy conocido cuando Dios deja a Abraham saber el secreto de la hora que había llegado para juzgar a Sodoma y Gomorra, esas ciudades llanas donde Lot, el sobrino de Abraham, estaba viviendo. El recuento nos dice que Dios había enviado dos ángeles a Sodoma para destruir la ciudad. Evidentemente iba a ser destruida por una catástrofe natural. El recuento sugiere enfáticamente que fué destruida por la erupción de un volcán, por fuego y azufre, eso es, sulfuro, llovido en la ciudad y destruida con sus habitantes. Hoy día hay evidencias de tal ocurrencia en el valle donde Sodoma y Gomorra estaban localizadas. Algunos de nosotros recuerdan el pasado Mayo 18, cuando el monte St. Helens de momento hizo erupción he hizo devastación en una área muy grande con nubes de cenizas ardientes, pueden ciertamente creer que que este bien pudo haber sido la forma en que las ciudades de Sodoma y Gomorra fueron destruidas. Ellos le llamaban entonces, en los tiempos de Abraham, como estoy seguro como lo llamaríamos hoy día, un desastre natural, pero Dios está detrás de la naturaleza. El anunció a Abraham que él estaba listo para destruir a través de un juicio de desastre natural estas ciudades malvadas.

En el recuento se nos dice que los ángeles,

Y apartáronse de allí los varones, y fueron hacia Sodoma: mas Abraham estaba aún delante de Jehová. Y acercóse Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío?

Quizá hay cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por cincuenta justos que estén dentro de él? Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré á todo este lugar por amor de ellos.

(Gen. 18:22-26)

Como ya saben, el recuento continua con Abraham reduciendo el número cada véz hasta que que llega a diez personas justas.

En nuestro estudio anterior hicimos referencia a este incidente como ejemplo de los mitos esparcidos acerca de la oración. He escuchado mensajes en este incidente que sugiere que esta es la forma de orar- -determinando que uno quiere que Dios haga, entonces venir delante de él, agarrase de él y no dejarle ir hasta que el ceda a lo que uno quiere. Es una forma de inducir a Dios a hacer algo. Ahora, eso no es oración, y eso no es lo que está pasando aquí tampoco. Malentendemos grandemente este recuento si lo leemos en esa manera. Debemos recordar que a tráves de todas las Escrituras aprendemos a que es el Espíritu de Dios quién movió a Abraham a interceder por la ciudad, y especialmente por los justos que se encontraban allí. Todos estos recuentos bíblicos donde hombres han influenciado en Dios debe entenderse en este contexto. Es Dios quién los ha movido; es Dios orando a Dios a través de la agencia del ser humano.

Esto es lo que se nos dice claramente en la carta de Pablo a los Romanos, donde tenemos una gran promesa y gran revelación en la oración:

Y asimismo también el Espíritu ayuda nuestra flaqueza: porque qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; sino que el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles. (Rom 8:26)
Las palabras literales son, "con gruñimientos que no pueden expresarse." Todos nosotros hemos sentido en ocasiones algún profundo, latente, inquietud en nuestro espíritu que casi no podíamos ponerlo en palabras. No sabíamos que orar, pero la inquietud que sentimos es una forma de oración. El Espíritu estaba orando en nosotros sin usar palabras.

Entonces en el verso que sigue se nos dice,

Mas el que escudriña los corazones, sabe cuál es el intento del Espíritu, porque conforme á la voluntad de Dios, demanda por los santos. (Rom 8:27)
Eso es lo que estaba pasando con Abraham, y eso contesta la pregunta, "¿Por qué el se detuvo con diez justos?" ¿no es así? He escuchado mensajes que han dicho, "Si Abraham solo hubiese tenido la fé de continuar! Si hubiese dejado reducir otro corte, a cinco, quizás la ciudad se hubiera escapado. ¿Por qué no continuo? Bueno, la contestación es porque el Espíritu de Dios que estaban en él no continuó, eso es el porque. Fué la voluntad de Dios destruir estas ciudades. Estas personas han alcanzado el lugar adonde sus debilidades y su resistencia a la verdad son merecedoras de juicio. No sabemos cuan mucha exposición de la verdad hayan tenido antes, pero seguramente que Abraham había tenido contacto con la ciudad de Sodoma. El conocía al rey; el había salvado los habitantes de esta ciudad de una invasión unos años antes. Él sin duda le había hablado del Dios que él adoraba. Y Lot vivía en la ciudad. El debió haberles dicho, pero había resistencia a sus palabras. Al fin ellos encontraron el lugar del juicio.

Ahora el juicio de Dios nunca es intencionado para aniquilar. En Romanos 1, se nos dice que el juicio viene solamente para hacer que la gente oiga, para llamar su atención. Dios estaba destruyendo estas ciudades para que el resto del mundo oyera, para que otros, escuchando de su destino, prestarán atención a lo que estaba pasando en sus vidas y en particular al tipo de pecado en que ellos estaban envueltos. Esta ciudad había alcanzado el lugar donde, en la mente, y, obviamente, en el pensamiento de Dios, que no había uso de tratar de alcanzarles más. Ellos habían resistido al punto de endurezer el corazón, así que el juicio llegó. Los Puritanos acostumbraban de ponerlo en esta forma,

"Hay una línea que no vemos que cruza todo camino:
El límite escondido entre la paciencia de Dios y su ira."

Aquí está una ciudad que ha pasado esa línea.

Sin embargo es incorrecto para nosotros, de tener la impresión de este recuento que la homosexualidad, la cuál fué la maldad predominante en Sodoma, sea el pecado peor posible, y que la gente que le da paso a esta maldad que estén bien cerca del juicio de Dios. Eso no es lo que esto sugiere. Jesús predicó en dos ciudades, Capernaún y Betsaida, y dijo que el juicio de ellas era peor, porque el dijo, "¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Bethsaida! porque si en Tiro y en Sidón fueran hechas las maravillas que han sido hechas en vosotras, en otro tiempo se hubieran arrepentido en saco y en ceniza. Por tanto os digo, que á Tiro y á Sidón será más tolerable el castigo en el día del juicio, que á vosotras. Y tu, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta los infiernos serás bajada; porque si en los de Sodoma fueran hechas las maravillas que han sido hechas en ti, hubieran quedado hasta el día de hoy," { Mat. 11:21-23}. Aquí habían dos ciudades las cuáles no se habían dado a las prácticas homosexuales, la cúal sin embargo, de acuerdo al juicio de Jesús, eran más dignas de condenación que los habitantes de Sodoma y Gomorra. Así que no es la naturaleza de su pecado que les estaba trayendo al juicio, sino, es la persistencia de continuar en la maldad y su rechazo de reconocer lo que Dios les estaba diciendo acerca de lo que su pecado les estaba haciendo.

Abraham, de todas formas, había sido informado que la hora había llegado. La reacción que obtenemos es que el está asombrado por esto, pero es muy importante que veamos que es lo que en verdad le está molestando. Si haces la pregunta, "¿Está Abraham de verdad tratando de salvar estas ciudades?" la contestación debe de ser, "No, eso no es realmente su interés. Abraham conoce que la hora del juicio de Dios ha llegado, que ha habido un registro de su paciencia por mucho tiempo hasta este punto. El sabe que son las personas injustas solamente que serán juzgadas, así que él no está tratando de salvar las ciudades. El expresa su sentimiento es estas palabras: "¿Destruirás tu los justos con los pecadores?" ¿Vas a tratar los justos de la misma manera qye tu tratas a los pecadores?" Eso es lo que le está afligiendo.

Algunos de los comentaristas que han tratado con este pasaje están correctos al sugerir que hay una empuñadura de miedo agarrando el corazón de Abraham en este punto, que el teme que va a encontrar que Dios no es realmente quién el creía que era. Podría ser que el está interesado acerca de lo que nosotros, con la base que tenemos del Nuevo Testamento, llamamos, "el efecto de la sal" de los creyentes. Gente justa, sabemos, tiene una manera de salar toda el área alrededor, preservándola de corrupción y juicio. Abraham, quizás, está tribulado que si Dios destruye a una ciudad completa llena de gente pecadora, con algunos justos entre ellos, el dicho saldrá a otros que los justos no tienen ningún efecto y se dejará ver la impresión incorrecta. Puede ser también que el se esté preguntando, "¿Tiene algún valor el regalo de la justificación, que Dios me ha dado? Si Dios trata los justos de la misma forma que los pecadores, ¿tengo yo alguna esperanza cuando me llegue la hora de estar delante del Dios de toda la tierra?" Así que Abraham tiene el corazón contrito, preguntando si Dios es en realidad la clase de Dios que el pensó que era él.

¿Se ha sentido alguna vez de esa manera? En sus oraciones, o en su confrontamiento con la vida, ¿ha visto de momento a Dios manifestarse en formas que usted no anticipó, dejando que cosas pasen que usted no creyó que él permitiera? ¿Ha pensado, "¿Señor puedes tu realmente hacer esto?" ¿No debe el Juéz de toda la tierra hacer lo correcto? Esto no es correcto.

Hay ocasiones en las Escrituras cuando los hombres se sintieron de esta forma. Se acuerdan de como David cuando traía el arca otra véz a Jerusalén después de haber estado en la ciudad de Filistina por muchos años. Al estar trayéndola él en la carreta, el buey tropezó y pareció comos si el arca fuera a caer. Un hombre llamado Uzah lo alcanzó y lo enderezó y al momento que tocó el arca cayó muerto instántaneamente por la mano de Dios. David estaba tan tembloroso que cogió el arca y la puso en una casa vecina y la dejó allí por seis meses. El no sabía que iba a hacer con un Dios que tomara la vida de un hombre que estaba tratando de prevenir un accidente.

En el recuento en Habacuc, quién, en su oración por Israel, aprendió que Dios tuvo la intención de traer a los Babilonios en contra de la nación y destruirla y tomar la gente cautiva y llevarlas a Babilonia, él se asombró de que un Dios de justicia dejara que esto pasara a su propia gente. Mucha gente se ha sentido de esta manera cuando han leído las historias en el Antiguo Testamento acerca de Dios cuando ordena al ejército Israelita a acabar con los habitantes de ciudades enteras. Se preguntan, "¿Es ese el Dios que adoro? ¿Puede el Dios de amor y misericordia y paciencia dar un mandato como ese?" Ellos están aterrorizados.

Estamos acercándonos muy de cerca de ver como Abraham se sintió en este punto, cuando sentimos ese horror de momento que Dios no vá a actuar como nosotros esperamos que lo haga. Abraham está haciendo aquí la pregunta, "¿Hace la justificación alguna diferencia? Si Dios aniquila estas ciudades llenos de ambas personas, pecadores y justos, si todos sin tratados por igual, ¿no nos dice que la justificación realmente no hace ninguna diferencia, que Dios mismo no presta atención al regalo de la justificación que nos ha sido dada? Esa es la razón de su inquietud.

Tenemos que recordar, sin embargo, que Abraham entendió lo que justificación era en realidad. Mucha gente que leen este recuento no lo entienden. Ellos piensan que ser justos significa ser buenos, personas decentes que viven una vida moral que se deja ver, que no violan las leyes, y no se meten en problémas con sus vecinosöson personas "buenas". Estoy seguro que había gente así en las ciudades de Sodoma y Gomorra. Si usted visita una comunidad de homosexuales hoy verán mucha gente agradable, que, aunque estén practicando el mismo pecado que los habitantes de Sodoma y Gomorra, son personas honradas y decentes en muchos aspectos. Así que mucha gente lee este recuento como si Abraham estuviera diciendo, "¿Vas tu a aniquilar esa clase de personas (buenas) como también a los obviamente impíos, blasfemos, y de clase violenta?" Pero Abraham no estaba pensando en eso. El entendía que ser justificado no quiere decir ser personas buenas y morales que no se merecen juicio, porque nadie es así en la mira de Dios. Abraham entendió que justificación se refiere a personas egoístas, ambiciosas, orgullosas y merecedores de juicio como usted y como yo, que, sin embargo, por el sacrificio de la sangre provista por Dios mismo, ha sido dado como ún regalo que no merecemos, que ha sido introducido a una relación con Dios que es pura gracia y nada más. Lo que Abraham está interesado es, "¿hace eso alguna diferencia? ¿Honrará Dios eso en la hora de juicio? ¿Le gobierna esto a él o le cambia cuando llega la hora de la crisis?" Él está perplejo, incierto, inseguro. Así, reconociendo su propia ignorancia y debilidad, le trae su problema ante Dios.

Pueden ver como él tímidamente se aventura, "Señor, un momento. Supuestamente hay cincuenta justos en esa ciudad, ¿la destruirías tu?" La respuesta entonces viene de inmediato, "No, no la destruiré por cincuenta." Otra vez, se aventura tímidamente. "¿Que tal cuarenta y cinco?" "No, dice Dios inmediatamente, "si encuentro cuarenta y cinco no la destruité." Entonces Abraham se ciñe en atrevimiento y dice. "Señor, no te enojes, pero voy a presionar un poco más. ¿Que tal cuarenta, treinta, o veinte?" Finalmente, vá al límite de su atrevimiento, sintiendo el final de su inquietud cuando dice, "¿Señor que tal diez? Si hay diez justos los salvaría y también a la ciudad?" La respuesta inmediata de Dios en relación hasta que límite es la siguiente, "Hasta adonde tu llegues Abraham, yo también iré. Si hay diez justos no destruiré la ciudad."

Dada está contestación de Dios, suaviza la empuñadura de miedo que Abraham tiene agarrado en su corazón. Cada contestación es una certeza de este gran hombre de Dios que Dios honrará su promesa, que él preservará al justo en la hora de crisis y peligroöy no físicamente todo el tiempo. Abraham entendió que Sodoma y Gomorra iban a ser ejemplos por todo el tiempo de la retribución y justicia divina, un símbolo de condenación eterna. Y eso es lo que ellos han visto.

Alguien ha dicho no hace mucho tiempo, "¡Si Dios no destruye a San Francisco, el va a tener que disculparse a los habitantes de Sodoma y Gomorra!"

Esas ciudades son símbolos de la justicia llevada en la plenitud de la ira. Abraham es afirmado que Dios confirma lo que dice, que justificación hace diferencia, que las promesas de Dios son válidas en la hora de la crisis, y que él no trata el justo como trata al pecador. Cuando él llega a esa premisa, Abraham está satisfecho.

Él no estaba tratando de salvar la ciudad, y no la salvó, ya que el recuento sigue al punto que Sodoma y Gomorra fueron juzgadas. Pero hay una palabras interesantes al final del capítulo 18, verso 33.

Y fuése Jehová, luego que acabó de hablar á Abraham: y Abraham se volvió á su lugar. {Gen 18:33}
Según usted lee el recuento es Abraham el que ha estado hablándole a Dios, pero este verso indica claramente que existe algo más profundo, que Dios ha estado hablándole a Abraham y que el propósito de este intercambio es de asegurarle a él que las promesas del regalo de la justificación son válidas, que la justificación se nos es dada cuando no la meremos y aún Dios lo honra y cumple. Nosotros estamos parados en otro plano, siendo tratados en una forma diferente de los que están alrededor de nosotros solámente por la misericordia y la gracia de Dios.

Después en él capítulo 19 tenemos la historia de la destrucción de Sodoma. Es una historia terrible de dar rienda suelta a la pasión y deseos pervertidos, donde una ciudad es dada por completa y que aún atacaban a los extranjeros que venían en medio de ellos. Esto hace que surja la pregunta, ¿cuantos justos habían en Sodoma? La contestación es: Uno. Cuatro personas fueron libradas de la ciudad al principio, Lot y su esposa y sus dos hijas, esos son todos. Los ángeles tuvieron que sacarles a la fuerza de la ciudad para salvar sus vidas, y aún uno de ellos pereció en el cámino. La esposa de Lot viró hacia atrás y miró a la ciudad, desobedeciendo la alerta de los ángeles, y ella se convirtió en un pila de sal. (Pueden visitar esa área hoy día y ver los pilares de piedras cubiertas con sal encrustrada que son señaladas como la esposa de Lot.) En una historia muy desagradable, también en él capítulo 19, las dos hijas de Lot, confundidas por el enemigo de Sodoma, recurrieron a cometer incesto con su propio padre para que pudieran tener hijos. Esos hijos crecieron y formaron dos naciones que a través de la historia biblíca, hasta hoy día, han sido enemigos de Israel. No hay indicación en las Escrituras que estas dos hijas fueran justas.

Pero hay un recuento en Segunda de Pedro, que sugiere que la única persona justa en esa ciudad fué el mismo Lot. En Segunda de Pedro leemos:

Y si condenó por destrucción las ciudades de Sodoma y de Gomorra, tornándolas en ceniza, y poniéndolas por ejemplo á los que habían de vivir sin temor y reverencia de Dios, Y libró al justo Lot, acosado por la nefanda conducta de los malvados; (Porque este justo, con ver y oir, morando entre ellos, afligía cada día su alma justa con los hechos de aquellos injustos;) Sabe el Señor librar de tentación á los píos, y reservar á los injustos para ser atormentados en el día del juicio; Y principalmente á aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia é inmundicia, y desprecian la potestad {2 Pedro 2:6-10a}
Eso es un comentario divinamente inspirado de la destrucción de Sodoma y Gomorra. Tiene gran relevancia a nuestra propia situación hoy día.

Pero lo que me tiene intrigado es que aprendemos algo acerca de la oración en esto. La gran lección que viene a mi corazón, y espero que al de ustedes, de esta historia es que la verdadera oración está siempre fundada en él carácter de Dios, no en las necesidades, lo que deseamos, y los deseos del hombre. Comienza con quién es Dios, y lo que él desea. Por eso es que la oración modelo que se nos es dada por nuestro Señor mismo comienza con esa petición triple:

Al igual que Abraham, necesitamos certeza de vez en cuando de que Dios es realmente la clase de Dios que el reclama ser, que aún en el medio del juicio él honra sus promesas y redime sus ofertas a aquellos que le claman.

Abraham tiene descanso ahora en su corazón como resultado de este recuento, seguro de que Dios honra a los justos, y que el regalo de la justificación que él dá es un reclamo válido a su vista para una relación con él. Esa es la base de la oración.

No tenemos ningún derecho de venir a Dios para meramente usarlo como un tipo de "centro de abastecimiento celestial" que podemos sacar en cualquier momento que tengamos necesidades mayores. Lo que tenemos que ver es que si la oración está basada en "el carácter y las promesas de Dios.

Permítame compartir con ustedes una cita de un buen libro acerca de la oración hecha por un escritor inglés llamdado, Reginald E. O. White. Él dice,

A veces es él carácter de Dios revelado en  sus formas consistentes que son la base de la fé: "Si Dios viste la hierba del campo· ¿no puede él vestirte a tí?" A veces es él carácter de Dios demostrado por lo que él ya ha hecho que provee la base de la confianza: "Aquel que no escatimó en dar a Su Hijo, pero lo envió para beneficio de todos nosotros, ¿como es que entonces él junto con Jesús también nos dará libremente todas las cosas? Y a menudo es él carácter de Dios expresado en Sus promesas que forman nuestra oración y nos exhorta preguntando: "Ahora pues, Jehová Dios, tu eres Dios, y tus palabras serán firmes, ya que has dicho á tu siervo este bien. Tenlo pues ahora a bien, y bendice la casa de tu siervo, para que perpetuamente permanezca delante de ti: pues que tu, Jehová Dios, lo has dicho, y con tu bendición será bendita la casa de tu siervo para siempre." (2 Samuel 7:28-29). En cada caso la atención es dirigida hacia afuera de nosotros y nuestros deseosöo desiertosöhacia Dios y Su amor consistente, Su perseverancia constante. Fé siempre proviene de parte del Dios que conocemos que nos provee la bondad que buscamos. Para ponerlo el punto en forma diferente, creemos, no como a veces decimos ligeramente, en lo eficaz de la oración pero en la gracia de Dios. En eso la oración descansa.
Eso es lo que Abraham nos está enseñando aquí, que Dios es quien dice que él es.

Contemos con esto y recordémonos de ello, tenemos una base en la cúal podemos orar con confianza, con entendimiento, y con conocimiento. Que Dios nos ayude a entender y a aprender como agarrarnos de este gran ministerio de la oración.

Oración


Título: El Ancla de la Oración
Serie: Estudios de la Oración del Antiguo Testamento
Pasaje: Génesis 18:22-33
Mensaje No: 2
Número de Catálogo: 3736
Fecha: 19 de Octubre de 1980